La adolescencia es una etapa de transición en la cual se experimentan muchos cambios.
El cerebro experimenta el último pico de crecimiento exponencial que se registra durante el desarrollo, y el cuerpo se prepara para alcanzar su composición adulta en pocos años.
Estas actividades consumen muchísima energía física y por eso el sueño, reponedor de energía, es un componente clave para el bienestar.
Según la National Sleep Foundation y la American Academy of Sleep Medicine los adolescentes necesitan entre 8 y 10 horas de sueño por noche. Desafortunadamente, las investigaciones indican que muchos adolescentes duermen mucho menos de lo que necesitan.
A la par de todos los cambios físicos sucediendo, los adolescentes enfrentan una cantidad de condiciones, circunstancias y desafíos dentro de esta etapa que no promueven en descanso reparador.
El sueño es vital para personas de cualquier edad. Sin embargo, para los adolescentes, el desarrollo mental, físico, social y emocional profundo requiere un sueño de calidad.
Exploremos una lista de actividades en las que está involucrado el sueño que afectan directamente el éxito del individuo:
No hay una sola razón en específico por la cual los adolescentes encuentran dificultad en dormir bien.
Desde lo biológico, los adolescentes comienzan a producir melatonina (la hormona del sueño) más tarde que los adultos, sin embargo, estudios sugieren que si se dejaran los horarios libres para dormir y hubiese control de los otros factores que afectan el sueño, los adolescentes se acostaría alrededor de las 11 p.m. y se despertarían entre 8 y 9 a.m.
Un problema directamente ligado a este, es el inicio de las clases que generalmente es mucho más temprano.
Entre que los adolescentes concilian el sueño más tarde que los adultos y el inicio de clases siendo temprano en la mañana, no descansan suficientes horas y tratan de recuperarlas en las tardes, lo cual distorsiona aún más el ciclo del sueño.
El exceso de actividades y responsabilidades es otro culpable que afecta el sueño negativamente.
Los adolescentes tienden a tener extensas responsabilidades académicas, actividades extracurriculares como deportes, clubes académicos, arte, etc. También deben cumplir con sus actividades sociales y familiares, y muchos adolescentes comienzan a trabajar mientras que están estudiando.
Con tantas cosas pendientes es difícil respetar los horarios de sueño pues la presión del éxito en todas las áreas de la vida y con los compromisos adquiridos puede generar niveles de estrés que también contribuyen a postergar el descanso y promueven el insomnio.
Según la Encuesta Sleep in America de 2014 el 89% o más de los adolescentes tienen al menos un dispositivo en su dormitorio por la noche.
El tiempo frente a una pantalla hasta altas horas de la noche puede contribuir a problemas para dormir.
El uso de estos dispositivos puede mantener los cerebros de los adolescentes conectados, y las notificaciones entrantes pueden causar un sueño interrumpido y fragmentado.
La evidencia también apunta a la inhibición de la producción de melatonina por exposición a la luz de los teléfonos móviles.
Las condiciones de salud mental cómo la ansiedad y la depresión pueden ser un desafío para el sueño de calidad.
Insuficiente sueño también puede contribuir a estas condiciones, creando una relación bi direccional que puede empeorar tanto el sueño como el bienestar emocional.
Por otro lado, los trastornos del neuro desarrollo como el Déficit de Atención con o sin hiperactividad o el trastorno del espectro autista puede dificultar el sueño en adolescentes. Mientras menos duerman, más severos serán los síntomas.
Lo primero que deberían hacer los adolescentes es revisar cómo está su higiene de sueño y qué tan favorable es su entorno para promover hábitos saludables.
Para muchos padres, un primer paso es preguntarles a sus hijos adolescentes sobre su sueño, ya que las encuestas indican que muchos padres no se dan cuenta de que sus hijos tienen problemas para dormir.
Los padres pueden alentar a los adolescentes a ver a un médico mientras trabajan con sus hijos para lograr mejoras graduales en la higiene del sueño.
Algunas investigaciones han encontrado que los adolescentes cuyos padres establecieron una hora firme para acostarse duermen más y tienen menos somnolencia durante el día.
El establecimiento de límites y la promoción de hábitos saludables en casa también puede ayudar a mejorar el sueño de todos.
Los padres también pueden trabajar con sus hijos adolescentes para evitar la sobre programación y los compromisos que pueden generar estrés y compensar el tiempo adecuado para dormir.